“Los albañiles que construyeron los ensanches vinieron aquí a hacer sus propias casas”

Josep Mª Adell Argilés, catedrático y experto en arquitectura de ladrillos

La máxima autoridad sobre arquitectura de ladrillos escribió su tesis hace 30 años y un libro que es la Biblia de este estilo tan visible en el distrito. “Literalmente, he perdido el pelo hablando del ladrillo”, bromea. El edificio circular que remata una esquina de La Remonta está firmado por él, como lo están las sujeciones interiores del Guggenheim o el diseño de algunos ladrillos de Moneo. Días antes de su charla en la sala Pablo Serrano (11 de noviembre), donde cerrará el VIII Ciclo que Tetuán dedica a la arquitectura, ha hablado con este periódico de su tema favorito y de su proyecto más ambicioso: un arco-mirador sobre el Manzanares, que supera en altura a la Torre Eiffel.

¿Qué relación tiene Tetuán con la arquitectura de ladrillos?
Cuando se proyecta la plaza de La Remonta se piensa en rehabilitarla con la historia de Madrid. ¿Y cuál es? La del ladrillo. Tetuán tiene también muchas casitas de ladrillo, además con gran personalidad, porque las construyen en el XIX los obreros que al mismo tiempo están haciendo todo el Madrid de los ensanches. Por entonces la ciudad está creciendo desde Cuatro Caminos por Bravo Murillo. Los albañiles se hacen aquí sus casas, y resultan mejores que muchas edificaciones que se hacen en otros sitios.

Resuelva el malentendido: ¿Es “neomudéjar” toda la arquitectura de ladrillos?
Esa denominación cuaja cuando se pierden las colonias. Había que reivindicar una arquitectura española, y se piensa en el ladrillo como referente antiguo, por lo árabe, pero en realidad el árabe no tiene nada que ver con el del XIX, que es industrial, perfecto, y con el que se puede experimentar. El impulsor es Rodríguez Ayuso, que diseña hasta palmitos egipcios, o el Hospital Niño Jesús, al que dan un premio como mejor edificio de Europa, y es neoclásico, no mudéjar, pero tiene ladrillos y de ahí la confusión.

¿Cómo llegó su interés por este estilo?
Yo sólo sabía del ladrillo que era una pieza geométrica, y me puse a estudiarla. Recorrí todas las casas de Madrid. Aquí empieza todo con la plaza de toros de Goya, en 1874, pero en Alemania, Francia… también se está haciendo, y en Barcelona se traducen láminas donde se explica esta arquitectura nueva, en la que el arquitecto no juega, sino que lo hace el artesano.

Luego surge simultáneamente en muchos países…
Claro. Es una revolución del material. Aparece una industria, las máquinas de hacer ladrillos en Madrid son alemanas o belgas… Lo que ocurre es que en Madrid es donde mejor se ha hecho, y que en Europa hay dos guerras mundiales que lo derriban todo.

En Tetuán hay muchos ejemplos que permanecen mal conservados o semiabandonados. ¿Cree que deberían protegerse de algún modo?

Creo que habría que conservarlos, pero quizá no todos merezcan la pena. Habría que tener sentido común a la hora de aplicar la ley, no salvar aquellos casos que no estén bien mantenidos. El ordenamiento debería ser permisivo ahí.

Es autor del edificio más singular de La Remonta, el situado en la esquina, frente a la comisaría. ¿Cómo fue ese proyecto?
Hice un edificio moderno, pero que pareciera histórico, que era el encargo. En realidad son dos en uno: el moderno, curvo, que parece que baila, y el encargado, recto. En la esquina pienso en un círculo dentro de un cuadrado, pero la planta es irregular, así que lo deshago con una curva continua. Así, el edificio curvo y el recto no se chocan, se cruzan. 

Hace años también construyó un arco en la explanada del Palacio de Congresos, que al final fue derribado. ¿Qué sucedió?
Organicé un congreso con 500 expertos, y levanté un arco temporal, que luego gustó y me pidieron que buscara un sitio para instalarlo definitivamente. Ese arco es el único que, siendo de ladrillo, no está en la vertical, desafía la gravedad. Nace tumbado, y evidentemente tiene truco: una tecnología nueva, que consiste en fabricar un ladrillo con debilidades internas, que se pueda abrir y armar. El caso fue que, mientras buscaba dónde llevarlo, van y lo tiran sin avisar, como a quien se le lleva el coche la grúa.


Y ahora pretende dar un nuevo salto con el postensado…
Claro, y esto es ya la recaraba, y nadie lo entiende de lo sencillo que es: se trata de que si yo te aprieto mucho, si cargo mucho peso sobre ti, es imposible que el viento te tire. Pues con esta técnica puedo montar, con dovelas de acero rectangulares, una torre gigante sobre el Manzanares, y es la más liviana y esbelta que puedas encontrar. Con ladrillos grandes se puede conquistar el mundo.

Y ese proyecto está ya sobre la mesa…

He propuesto hacer un arco junto al río, para conectarlo con la ciudad. En todas las capitales hay un mirador, y en Madrid no lo hay, porque el Faro o la azotea del Círculo no lo son. Me refiero a que se vea la ciudad entera. Sería un mirador de 300 metros de altura, rematado con una esfera con varios niveles, para instalar un restaurante con vistas o lo que se quiera. 

¿No le pitan ya los oídos por el impacto que representaría para el perfil de Madrid?
Es que esto no se puede evaluar por feo o bonito, hablamos de un salto tecnológico. Desde abajo destaca mucho, sí, pero tampoco es un hierro como la Torre Eiffel: es algo que dará personalidad a la ciudad, más alto que la de París y que desde arriba descubre un paisaje espectacular. Se trata de que todo el mundo quiera subirse ahí. Los puristas me dan igual.

Este devoto de la innovación, que lo sabe todo de su pasado, asegura que “el ladrillo tiene futuro. Sólo hace falta quererlo, entenderlo y voluntad para hacerlo”. Y en ésas está: si no es en Madrid, será en Catar. Y de un kilómetro de alto. Eso dice.

David Álvarez de la Morena


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