El hombre, el mejor amigo del perro

Una educadora canina de Tetuán nos da las claves para una buena convivencia

Cada vez que a Raquel Alonso le preguntan por su profesión tiene que recalcar que no es catadora de vinos. Etóloga, que no enóloga, y educadora canina, entre otras muchas cosas, trabaja con animales de compañía ─perros y gatos, fundamentalmente─, y con sus propietarios, para lo que le vale el haber estudiado también psicología. Y es que, “cuando las cosas se hacen bien”, dice Raquel, y el cuidador decide adiestrar a su mascota, lo esperable (hay excepciones, como en casos de abandono, maltrato...) es que todo vaya como la seda. Pero cuando el problema ya está metido en casa, el mayor esfuerzo le corresponde al dueño.


 “En algunos países del norte de Europa, el Estado imparte a los principiantes cursos obligatorios de educación animal”, defiende esta vecina de Tetuán, que, además de adiestradora y etóloga clínica (trata los desajustes en la conducta de los animales), es técnico en terapia asistida con perros, para la intervención con niños, ancianos y discapacitados (Jagger, uno de sus “dos compañeros de piso”, es ahora un perro de terapia), y auxiliar veterinaria en rehabilitación y fisioterapia (sabe lo que es hacer noches en las emergencias de un hospital veterinario).

Educar al perro y al dueño

“El comportamiento del animal es un síntoma de lo que ocurre en una casa; por eso, hay ocasiones en que no sé si hacer de etóloga o de psicóloga”, comenta Raquel entre risas. Ella anima a los propietarios de mascotas a hacerse preguntas: “¿Te has parado a pensar por qué tu perro se lame el hocico cuando le riñes?, ¿por qué lo destroza todo, orina en casa o ladra si no estás? Puede que sea por ansiedad (no sabe cómo gestionar su malestar) o, simplemente, por aburrimiento. Son llamadas de atención y muchas veces resolverlo es tan sencillo como darles juguetes, eso sí: unos para el parque, otros para cuando se quedan solos, para jugar con nosotros…”, explica esta experta.


Como sucede en muchas relaciones de pareja, el conflicto surge por una falta de entendimiento. Pero según la etóloga, sólo hay que aprender a leer sus señales. Por eso, también aquí es fundamental la prevención y el conocimiento de su lenguaje.


Raquel cuenta una historia personal: cuando sacaba a sus perros al parque, uno de ellos atacaba siempre a los cachorros. Como ella se lo llevaba de allí y lo reñía, éste aprendió que las crías eran algo malo, y los perseguía aún más. “Tuve que modificar esa asociación de ideas y enseñarle que su presencia era buena”.

Conocer a tu mascota

Raquel insiste en los beneficios de una comunicación efectiva. “En el momento que sepamos por qué nuestra mascota actúa de forma incontrolada, estaremos facilitando su bienestar y, automáticamente, el nuestro. A los dueños les alivia saber qué le pasa a su perro o gato, les da seguridad y tranquilidad. Y con un estado emocional positivo, todo funciona mucho mejor”. Dice esta adiestradora que cuando las pautas marcadas empiezan a funcionar, los propietarios enseguida hablan de sus compañeros con orgullo y ellos, que tienen una gran capacidad de adaptación, con muy poco son felices.


“Nuestras mascotas nos tienen muy calados. Conocen nuestros tonos, las palabras que usamos y, además, dominan el lenguaje visual: por ejemplo, han aprendido a mirarnos al lado izquierdo de la cara, que es donde se muestran más las emociones. Ahora sólo falta que nosotros las comprendamos a ellas”, recuerda.
Para que tener un animal en casa no suponga un problema, sino una satisfacción, ante cualquier falta de entendimiento, escribir a Raquel Alonso (raqueletologa@yahoo.com).

Cristina Sánchez


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