Los robinsones del barrio que naufragaron en los Mares del Sur

Marta y David estuvieron casi 10 días a la deriva en Malasia

Cuando en agosto de 2015 Marta Miguel y David Hernández visitaron Malasia, se quedaron tan hechizados que, unos meses después, ya estaban vendiendo su casa en el distrito y despidiéndose de sus familiares, para “probar suerte” y emprender un nueva vida al norte de la isla de Borneo. Toda una aventura, aunque aún no sabían hasta qué punto.


El pasado 2 de mayo, Marta y David regresaban junto a Tommy Lam –propietario de un resort en la zona, amigo y empleador de la pareja– y otra mujer de una excursión, para sondear oportunidades de negocio en la isla de Balambagan, cuando una ola volcó la lancha en la que viajaban, averió el motor y les dejó a la deriva. Les faltaban unos 10 minutos para llegar a la costa, “pero volver a nado [una hora con mar en calma] era inviable por las corrientes, así que la única idea fue salir del agua, dar la vuelta al barco y esperar”, explica David. “Se hizo de noche y pensamos que era un contratiempo, cuestión de horas hasta que la corriente nos acercase o nos viese alguien a la mañana siguiente”, añade Marta. Y acertó: dos pescadores les vieron aquel primer día… y pasaron de largo sin auxiliarles.


Tampoco tendrían suerte la siguiente jornada: “Unas avionetas que nos estaban buscando nos avistaron, pero para cuando se organizó el rescate –más de tres horas después– la corriente nos había vuelto a perder”, recuerda. Ya no divisarían tierra firme ni verían a nadie hasta casi una semana después, cuando un pesquero vietnamita se topase con nuestros náufragos.

Agua salada y peces voladores


Entretanto, tuvieron que improvisar alertas –quemaron un chaleco salvavidas para llamar la atención del dispositivo de búsqueda, sin resultado– y métodos de subsistencia. “No era una zona de piratas, pero al confluir en ella el Mar del Sur de China y el de Sulú, había bastantes corrientes y el agua estaba picada. Pero en lugar de llevarnos hacia la orilla, como en las películas de naufragios, ocurrió lo contrario y fuimos mar adentro”, señala David. Concretamente, unos 400 kilómetros mar adentro.


El cine les falló ahí, pero les resultó providencial para obtener agua, explica Marta: “Recordaba que en el avión de camino a Kuala Lumpur habíamos visto una película en la que evaporaban agua con un plástico, probamos y vimos que salía agua dulce. Eran gotitas que se adherían a la bolsa, pero nos sirvieron para hidratarnos algo”. La comida, durante los días que permanecieron a la deriva, se ciñó a tres peces voladores que cayeron una noche en la lancha y a un palo cubierto de mejillones pequeños.


Desde los primeros días, amigos y familiares de Marta y David pusieron en marcha una campaña de difusión para solicitar ayuda e incluso se desplazaron algunos hasta Malasia. “Imaginábamos que estarían haciendo algo, pero no hasta ese punto. Ha sido increíble lo que han movilizado, y nos alegra saber que siempre confiaron en nuestras posibilidades de salir. Nosotros tampoco tuvimos dudas de ello, sabíamos que en algún momento tendríamos suerte. Nos decíamos que teníamos tantas ideas y proyectos por hacer, que era imposible que fuera el final, y cuando uno aflojaba había siempre una sonrisa por parte de los otros”. Los detalles más escabrosos se los guardan “para evitar dolor a nuestras familias y que el susto se les vaya rápido”, añade Marta. El episodio también les ha servido para que tomen conciencia de las dificultades por las que pueden llegar a pasar otros desaparecidos, como es el caso de Álex y Emilio [#SOSÁLexyEmilio], náufragos en el Mediterráneo y sin noticias de ellos desde hace un mes.

Un pesquero vietnamita


Marta recuerda también el rescate por parte de un pesquero vietnamita: “Nos habían pasado tantas cosas, que no queríamos ilusionarnos; tampoco sabíamos quiénes eran, pero cuando vimos que tenían cara de ayudarnos, respiramos”. Allí permanecieron tres días hasta su rescate definitivo, y pocos “banquetes” les han sabido tan bien como los calamares que transportaba aquel barco, “y que probamos todos los días”, añade David.


Después de cerca de un mes, aseguran encontrarse casi recuperados. “Ayer intenté jugar al fútbol y a las dos carreras me mareé. Es normal, tras tantos días sin comer ni beber. De momento, me he apuntado a la piscina”, explica David, para que no queden dudas de que no hay rencores con el líquido elemento. Tampoco tendrán problemas en volver a subirse a un barco. ¿Y regresar a Malasia? “Es la pregunta del millón, pero aún no hemos tenido tiempo de reflexionar sobre qué queremos hacer”, reconoce Marta.

David Álvarez de la Morena


  Votar:  
Resultado:0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos
  0 votos

Deje un comentario

Para dejar su comentario identifíquese o regístrese.