Cumplir 100 años con el delantal puesto

Severino Corral persiste detrás del mostrador de su tienda en el mercado de San Enrique

Ya despacha pocas veces, quizás para vender alguna barra de pan, pero echa una mano llevando el dinero al banco, trayendo cambio para la caja…
A Joaquín Corral se le llena la boca hablando de su padre, y no es para menos. A sus 100 años recién cumplidos, ni un día pasa sin que coja él solo el autobús para ir, mañana y tarde, al puesto familiar en el mercado de San Enrique (en la calle del mismo nombre); “Joaquín, tu tienda amiga”, de la que está al cargo su único hijo.
Antes de salir para el mercado, Severino Corral ha dejado hecha su cama, y a veces hasta la comida, que puede ser un cocido o unas lentejas.
Sentado detrás del mostrador rememora su juventud, cuando con 20 años dejó Lugo para venirse a trabajar a Madrid, donde conoció a la que más tarde sería su mujer.
Su primer empleo fue en la carbonería de su cuñado, una de las muchas que por entonces había en Tetuán. Después le seguiría una frutería en el mercado Maravillas y una pequeña churrería, un “cajón”, como se llamaba, similar a los quioscos modernos, que tendría primero en la zona de Francos Rodríguez y posteriormente en las calles de Hierbabue-na y Azucenas. La época de churrero no fue más fácil que el resto de su vida.
“Los lunes, el único día que descansaba mi padre, nos íbamos mi madre, él y yo a por juncos a un canalillo que había en Peñagrande. El papel era muy caro, así que utilizábamos los juncos para atar los churros. Y para hacer el fuego, como el carbón también era muy costoso, mi padre compraba a un conocido las cajas de madera donde venía el pescado, que debía secar antes de preparar la caldera, cada día a las 5 de la madrugada”, cuenta Joaquín Corral.
Hace 47 años, recién abierto el mercado de San Enrique,  Severi-no montó aquí su panadería-bollería, un establecimiento que sigue en pie a pesar del declive del pequeño comercio, en un mercado de alimentación que hace 20 años tenía 200 puestos y que en la actualidad no pasa de los 40.
En 2007, pocos meses más tarde de que San Enrique reformara sus instalaciones, la empresa Mercadona ocupó la planta baja, pero aunque atrae compradores, “no todos pasan por el mercado”, sostiene el gerente, Juan Carlos de Andrés. El consumidor prefiere los precios y la rapidez de las grandes superficies, aunque la calidad del producto y el trato con el vendedor no tengan nada que ver. Aun así, el gestor se felicita por haber hecho la rehabilitación “en un tiempo récord, y cuando aún había subvenciones”, suerte con la que no han contado otros mercados madrileños.
Charlando junto a los polvorones y mantecados de “la tienda amiga”, a Severino Corral no le alcanzan ya las fuerzas para debatir sobre el tema. Pero como un roble centenario que se resiste a caer, acostumbrado a trabajar tanto durante su larga vida, mantiene el ánimo y la alegría; y de ello se vale para aguantar a la periodista, que se ha quedado prendada de su hermoso delantal.

Cristina Sánchez


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