“Vivir” en la plaza del Poeta Leopoldo de Luis

Para muchos vecinos se ha convertido en un suplicio: ruidos nocturnos y un uso incívico del espacio

Los dinamizadores de espacios públicos han dedicado buena parte de su tiempo a intentar mejorar la convivencia entre los residentes de la plaza del Poeta Leopoldo de Luis, para fomentar un uso cívico del espacio, acorde con los deseos de la mayoría.


Esta plaza, situada en la confluencia de las calles de Navarra, Castilla y Goiri −y junto a la transitada Bravo Murillo−, es un lugar muy concurrido, debido a que en los alrededores no existe ninguna otra zona dedicada al recreo. Es especialmente notable el uso que la comunidad dominicana hace de ella, el cual no siempre es aprobado por el resto de habitantes.


Un vecino de la calle de Navarra que tiene los balcones de su casa hacia la plaza y los bancos de la misma a unos 20 metros de su fachada, ha querido hacernos partícipe de su desesperación: ha tenido que poner dobles ventanas con doble acristalamiento y duerme cada noche con tapones en los oídos; incluso con las ventanas cerradas, asegura que el ruido es insoportable.


Para él fue una buena noticia conocer que el Ayuntamiento iba a construir una plaza “donde antes había solares y casas en ruinas”, pero con el tiempo, expone, “se ha vuelto un calvario para mí, y entiendo que para todos los vecinos que tienen ventanas hacia la plaza, por la cantidad de molestias que soportamos”.


Las molestias a las que este vecino se refiere tienen que ver con el ruido: “Lo que en un principio parecía un espacio de ocio para niños y adultos se ha convertido en un polideportivo: fútbol (adultos que por la noche, a cualquier hora, juegan a la pelota contra la pared de la salida del parking), béisbol, combates de boxeo; trapicheo de droga; peleas de vez en cuando; botellones hasta altas horas de la madrugada, sobre todo en fin de semana durante el verano, con música amplificada por un bafle conectado a lo que parece un iPhone; borrachos hasta el amanecer, tirados por el suelo, a veces procedentes del bar El Paso, que cierra a las 2 o las 3 de la mañana…”, y con lo que él considera una falta de civismo: “La plaza tiene también el uso de mingitorio para damas y caballeros, que lo hacen en los setos; he llegado a ver incluso a gente practicando sexo. La fuente es usada como lavandería; para la higiene personal de señoras que se lavan el pelo en ella; para dar de beber a los perros… ¿Qué más tendremos que aguantar?”, se pregunta indignado.


Además de llamar a la policía “constantemente” (en invierno ha llegado a solicitar sus servicios a las 4 de la madrugada y en verano, casi a diario), como muchos otros vecinos, apunta, ha denunciado varias veces los hechos en la Oficina de Atención al Ciudadano de la avenida de Asturias sin mucho resultado: según comenta, “todo lo que se ha conseguido ha sido un poco de presencia de la Policía Municipal. Hemos pensado en juntarnos los vecinos y crear una plataforma o algo así, porque hasta ahora cada uno se queja por su cuenta y así no nos hacen ni caso”.


El diseño de la plaza, bajo su punto de vista, favorece en parte las molestias: “Los bancos estarían mejor en mitad de la plaza en lugar de tan cerca de las fachadas, además de que la plaza tiene mucha resonancia acústica, y a veces, incluso estando lejos, se escucha perfectamente una conversación”. Como posibles soluciones al problema, este residente sugiere que se valle la plaza y se cierre a una determinada hora –“como se hace en París”, señala– o que se coloquen macetones donde los adultos juegan a la pelota para entorpecer dicha práctica.


La presidenta de la asociación de vecinos Cuatro Caminos-Te-tuán, Carmen Míguez, en cambio, no está de acuerdo con esas propuestas. En su opinión, hay que continuar trabajando en la plaza para que se haga un buen uso de ella, y concienciar a la gente para que se respeten los horarios de descanso, haciendo actividades socioculturales, como hasta ahora. “Lo que ocurre es que los recortes nos han dejado sin dinamizadores de espacios públicos, y a las asociaciones nos va a costar ahora mucho más organizar actividades que promuevan la convivencia”.

Margarita Luengo


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